sábado, mayo 14, 2005
Teoricamente lo fui a postear ayer, pero estaba blogger off ¬_¬. Pero bueno... Zaknafein for president!! Zaknafein for president!! ^o^
Zaknafein se asomó al balcón. Era la primera vez en bastante tiempo que sentía aire fresco en su piel.
- ¿Ya te vas?
La femenina voz se fundió con el viento de la noche, triste y desolada. Zaknafein se dio la vuelta lentamente, abandonando el cerco de luz nocturna.
- Debería. - ¿Por qué?
El vampiro permaneció en silencio, meditando su respuesta. Motoko estaba preciosa, todos sus ropajes reluciendo con luz propia. Estaba de pie, con gesto preocupado y sujetando en la mano lo que parecía un pergamino enrollado. Probablemente había encontrado antes de tiempo su despedida... precisamente era esa situación la que quería evitar...
- Yo ya no pertenezco a este lugar Yakuwa-hime. - Llamame Motoko por favor... - Princesa...
Al oir la grave seriedad de lo que le decía el vampiro, la chica dio señales de debilidad y se dejó caer en uno de los cojines del suelo. De repente, el harén pareció inundarse de destellos color verde mar, producto de la caida de los rayos de la luna sobre los ricos ropajes de la mujer, asemejando las paredes de blanco marfil a una cascada multicolor. Los arcos de estilo arábigo parecieron cerrarse entre sí, adivinando los planes del vampiro y encerrándole psicológicamente allí, pero por contra, la habitacion pareció engrandecerse, tácita invitación para los dos. Zaknafein ya no puedo resistirlo y avanzó hacia ella, resonando sus pisadas en el suave mármol del suelo. Los sollozos de la princesa le llegaron tímidamente a los oidos. Se arrodilló en el suelo y la cogió en brazos.
- Yakuwa-hime... Motoko... no hagas esto más dificil. No hay marcha atrás. - ¡¡No me seas estupido!! - La chica hizo todo lo posible por calmarse y poder hablar sin entrecortarse mucho - ¿Crees... crees que después de tanto tiempo puedes irte ahora como si nada hubiera pasado?
En cierto modo, ella tenia razón. Hacía ya 15 años que habia llegado a Shapeir, una ciudad floreciente en el vasto desierto de los paises del Sur, habitada por gentes de todas las razas. Su encuentro con Motoko fue completamente fortuito y casual. La misma noche de su llegada, Zaknafein sorprendió a unos bandidos que se llevaban a cuestas a una niña de apenas 5 años, probablemente raptada y con vistas a convertirla en su proximo "manjar". Y, por suerte para ella, la humanidad que le restaba le obligó a intervenir en aquel día... Desde entonces, no se separaron por mutuo interés, protección para la princesa (pedido personalmente por el sultán) y refugio libre de sospechas para el vampiro, pero poco a poco, les fue uniendo un fuerte lazo de amistad. Un lazo que habia llegado el dia de romper, desgraciadamente.
- ¿Es cosa de ese... Reiter?
Zaknafein guardó silencio, y apretó más fuerte a Motoko contra su pecho, sintiendo y haciendo ya inaguantable la humedad que se vertía sobre su camisa.
- Motoko, ahora mismo no puedo decirte nada, pero es imperativo que me vaya... por favor. Solo puedo decirte que volveré. - Pero Zaknafein, ¿qué tiene de malo estar aquí? Nosotros te queremos, somos tus amigos... y tendrás todo lo que deseas, por siempre, yo me encargaré de ello... ¡¡No tienes que volver a vagar por las calles de ciudad en ciudad Zak!! Porque yo... yo... yo... ¡yo te quiero!
Las siguientes palabras de la princesa se fundieron con sus sollozos, haciendolas ya ininteligibles. Aunque oirlo resultó ser un duro golpe para la pálida figura, que soltó a la chica en el cojín y se puso de pie.
- Precisamente eso es lo que me preocupa, Yakuwa-hime... Por favor, perdóname... pero será mejor que no dediques tu vida floreciente a algo ya marchito...
Zaknafein se dirigió hacía uno de los arcos de la habitación que daban al exterior, procurando no volver la vista atrás. Esa situación... era demasiado para él... demasiados recuerdos, demasiado... pero no... no podía... no debía... debía irse inmediatamente. Y sin despedirse de ella, ni mirarla por última vez, saltó, dejándola sóla.
- Tan sólo puedo decirte que... volveré... - Murmuró para sí mientras avanzaba en la fría noche de tejado en tejado silenciosamente.
En poco tiempo, apareció en el horizonte una figura lejana, oculta tras la luz de la luna, que le saludó conforme se acercaba. Habia llegado la hora...
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